El Villarreal naufraga en el Signal Iduna Park

El Dortmund arrolla con un 4-0 y expone las carencias europeas del Submarino Amarillo

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La noche en el Signal Iduna Park arrancó con un rugido profundo, ese murmullo amarillo que se transforma en viento cuando el Borussia Dortmund aprieta y el partido promete. El Villarreal llegó con la obligación clavada en la espalda y el vértigo de la Champions en los pies: sobrevivir, competir, rascar algo en un territorio que rara vez perdona. Bajo las luces, el aire parecía más pesado; cada control pedía precisión quirúrgica, cada duelo exigía convicción. Y muy pronto se vio que el ritmo alemán iba a dictar el relato.

El Villarreal sostuvo el pulso durante media hora con dignidad, incluso amagó con algún contragolpe que pudo cambiar el guion. Pero el primer golpe llegó al borde del descanso, cuando Serhou Guirassy cazó un balón en el área y lo convirtió en el 1-0 en el añadido de la primera parte. Ese tanto, en ese minuto, tuvo sabor de bisagra: el Submarino perdió orden y confianza de golpe. Nada más arrancar el segundo acto, la noche se volvió cuesta arriba de manera definitiva. En el 52', Juan Foyth fue expulsado por una mano que el árbitro sancionó como penalti; el Villarreal se quedó con diez y se rompió por dentro. Guirassy firmó el segundo en el 54', Karim Adeyemi amplió la herida con el 3-0 en el 58', y el partido se convirtió en un ejercicio de resistencia. Ya en el descuento, Daniel Svensson puso el 4-0 con un cabezazo que funcionó como colofón. Para más inri, el Dortmund coqueteó con una goleada mayor: hubo otro penalti señalado y ocasiones claras que no engordaron el marcador por centímetros y nervios en la definición.

Con uno menos, el Villarreal dejó de tener anclajes. Las líneas se alejaron, el mediocampo perdió segundas jugadas y la defensa quedó expuesta a cada cambio de ritmo. Marcelino intentó retocar con cambios para encontrar oxígeno y pausa, pero el Dortmund olía cada inseguridad y aceleraba en el momento justo. Pepé y Oluwaseyi pelearon contra un muro; Gerard, cuando apareció, lo hizo lejos de las zonas de daño. Sin posesión sostenida ni transiciones limpias, el equipo se vio obligado a vivir en su área, y ahí el Borussia es un martillo. La expulsión de Foyth no explica por sí sola la goleada, pero sí desnuda un problema recurrente: en Europa, el Villarreal sufre en las áreas y paga cada detalle con intereses.

El resultado deja cicatriz. Cuatro goles y una sensación de superioridad incontestable de un Dortmund que, sin hacer nada barroco, atacó con precisión y ritmo, presionó con coordinación y castigó exactamente en los momentos que más duelen. Para el Villarreal, la lectura es dura pero necesaria: hay que apretar el control emocional, corregir la defensa de centros y segundas jugadas, y recuperar fluidez con balón para que las transiciones no sean un salto al vacío. Porque noches como ésta no solo quitan puntos; te recuerdan, sin anestesia, dónde está el listón y cuánto camino queda por recorrer. Cuando se apagaron las luces del Signal Iduna Park, el eco del Muro Amarillo seguía en el aire y el Submarino, silencioso, entendía que la Champions no espera a nadie: o te sostienes en los detalles, o te arrastra su corriente.