El Rayo Vallecano vivió en Bratislava una de esas noches que dejan cicatriz. No fue simplemente una derrota en la Conference League, fue la sensación de haber tenido el partido controlado y perderlo en apenas tres minutos de desconexión. El Slovan Bratislava, empujado por su público, remontó un encuentro que parecía encaminado para los franjirrojos y les arrebató su condición de invictos en Europa.
El inicio fue esperanzador. El equipo de Íñigo Pérez salió con personalidad, presionó alto y encontró premio en la primera parte gracias al tanto de Fran Pérez, que adelantó a los madrileños y reforzó la idea de que el Rayo podía dominar también fuera de casa. La primera mitad fue un ejercicio de autoridad, con llegadas constantes y sensación de control. Sin embargo, el fútbol europeo no perdona las pequeñas grietas, y al regreso de vestuarios todo cambió.
En el minuto 49, Guram Kashia empató el partido tras un error defensivo en la salida de balón. Apenas tres minutos después, Alasana Yirajang culminó la remontada con el 2-1 que desató la euforia local y dejó helado al Rayo. Dos golpes consecutivos que transformaron la narrativa: de un equipo sólido y confiado a otro desordenado y precipitado, incapaz de recomponerse en el momento más crítico.
El tramo final fue una persecución desesperada. El Rayo acumuló hasta 22 remates frente a los 9 del Slovan, pero la eficacia estuvo del lado eslovaco. Los franjirrojos rozaron el empate en el descuento, con una ocasión clara en el minuto 94, pero la fortuna se negó y el marcador no se movió. La estadística reflejó lo que se vio en el césped: un equipo capaz de generar mucho, pero penalizado por dos minutos de desconexión que costaron demasiado caro.
Íñigo Pérez reconoció tras el encuentro la frustración por haber dejado escapar una oportunidad de oro. El técnico subrayó la buena primera parte, pero admitió que la falta de temple tras el empate fue determinante. En la grada, la marea rayista que viajó a Eslovaquia vivió con rabia e impotencia cómo se escapaba un partido que parecía escrito para la victoria.
La derrota sacude la clasificación del grupo y obliga al Rayo a reaccionar. Ya no hay red de invicto y el acceso directo se complica, lo que convierte los próximos partidos en auténticas finales. El aprendizaje es claro: en Europa, cada detalle cuenta, y la concentración debe ser máxima en los momentos calientes.
El Rayo Vallecano se marcha de Bratislava con la herida abierta, pero también con la certeza de que tiene argumentos futbolísticos para levantarse. El volumen ofensivo está, la personalidad existe y la ambición sigue intacta. Ahora toca resetear, recuperar jerarquías y demostrar que la Franja no se rinde. Porque en Europa, el carácter también se puntúa, y este equipo tiene todavía mucho que decir.
