La noche sevillana en La Cartuja se convirtió en un escenario de tensión y emociones encontradas. España, que buscaba certificar de manera matemática su clasificación al Mundial de 2026, se encontró con una Turquía valiente y ambiciosa que puso contra las cuerdas al equipo de Luis de la Fuente. El empate final (2-2) deja un sabor agridulce, pero cumple el objetivo: la selección española estará en la gran cita mundialista.
El partido comenzó de la mejor manera posible para los locales. Apenas transcurridos cuatro minutos, Dani Olmo aprovechó una jugada colectiva para abrir el marcador y desatar la euforia en las gradas teñidas de rojo. El gol tempranero parecía encaminar la noche hacia una celebración tranquila, pero Turquía no tardó en demostrar que había venido a competir.
En el minuto 42, Deniz Daniel Gul sorprendió a la defensa española con un disparo certero que igualó el encuentro. El tanto silenció momentáneamente a La Cartuja y devolvió la incertidumbre al marcador. Tras el descanso, el conjunto otomano dio un nuevo golpe: Salih Ozcan, en el 54, culminó una acción ofensiva que puso el 1-2 y encendió todas las alarmas en el banquillo español.
La reacción llegó en el minuto 62, cuando Mikel Oyarzabal apareció como héroe inesperado. El atacante donostiarra, con sangre fría dentro del área, firmó el 2-2 que devolvía la esperanza y aseguraba el punto necesario para sellar la clasificación. Su gol fue celebrado como un alivio colectivo, consciente de que España había estado al borde de un tropiezo doloroso.
El tramo final del encuentro estuvo marcado por la tensión. España buscó el tercero con insistencia, mientras Turquía defendía con orden y trataba de salir al contragolpe. El empate se mantuvo hasta el pitido final, dejando a los aficionados con la sensación de haber vivido un partido vibrante, lleno de giros y emociones.
Más allá del resultado, el gran titular de la noche es que España estará en el Mundial de 2026. La Cartuja fue testigo de un partido que reflejó las dificultades de la fase clasificatoria, la capacidad de reacción del equipo y la importancia de jugadores como Oyarzabal, que supieron aparecer en el momento decisivo.
El empate frente a Turquía no será recordado como una de las victorias más brillantes de la selección, pero sí como el partido en el que se consiguió el objetivo. España vuelve a estar en la élite mundialista, y lo hace con la certeza de que aún queda mucho por mejorar, pero también con la confianza de haber superado una prueba de carácter.

